El planeta se está quedando sin arena: por qué está en jaque la forma de construir casas e infraestructuras

Cada día se extraen en el mundo 18 kilos por habitante, no hay suficiente arena para tanta ansia constructora, pero, ¿qué podemos hacer? ¿Pasará como sucede con el cambio climático, que es más que obvio pero algunos siguen haciendo oídos sordos y las medidas que se toman siguen siendo insuficientes?

El debate está servido pero es mucho más que un simple debate: nos estamos quedando sin arena, una materia prima clave en la construcción y en el sector residencial, pero no solo. Aparte de en la construcción de carreteras, centros comerciales, oficinas, viviendas, la arena está presente en el vidrio de cada una de las ventanas de tu casa. En el parabrisas de tu coche e incluso, en la pantalla y los chips de silicio de tu móvil. Para que nos hagamos una idea, una casa de tamaño medio necesita para ser construida 200 toneladas de arena para mezclar con el cemento. Un hospital pequeño, 3.000 toneladas. Un kilómetro de autopista, 30.000 toneladas.

El informe de la ONU, “Arena y Sostenibilidad”, no deja lugar a dudas: no solo estamos contaminando a marchas forzadas sino que a este ritmo, nos quedamos sin arena. El informe pone de manifiesto que la alta demanda de esta materia prima proviene sobre todo de regiones que no disponen de bancos locales de arena y todo indica que la demanda irá al alza: se prevé que aumente un 5,5% anual con las actuales tendencias de urbanización. La Asociación Nacional de Empresarios de Fabricantes de Áridos, Anefa, afirma que en nuestro país esto no es un problema y que la ONU ha generalizado un problema que existe, sí, pero que se da sobre todo en algunas zonas del mundo.

La arena del desierto no sirve

Pero, ¿cómo puede acabarse esta materia prima cuando existen desiertos tan extensos en el planeta? La clave está en que justamente, la arena del desierto no sirve: el grueso de la arena que se utiliza se convierte en hormigón y para ello, los granos de arena del desierto tienen la forma incorrecta, han sido erosionados por el viento, y no por el agua, y son por tanto, demasiados lisos y redondeados para formar un hormigón estable (las normas de producción estiman que los granos deben oscilar entre cero y cuatro milímetros). La arena que estamos utilizando se encuentra en lechos y bancos de los ríos, así como en lagos y en la orilla del mar. En España, el 30% de la arena y áridos que se extraen se hace en explotaciones, y el 70% restante viene de la molienda del material.

Desde el año 2000 se ha triplicado la cantidad de arena que se usa en construcción a nivel global. Y esto se debe a diversas razones pero la más poderosa es a una “urbanización” de la población: cada vez hay más gente viviendo en las ciudades y eso genera mayor número de construcciones. “Es público y notorio que el agua es el elemento de mayor consumo en el mundo. Pero lo que puede que no sea tan conocido es que el segundo elemento más consumido en el mundo es el hormigón, en cuya composición participa de una forma importante tanto la arena como el resto de áridos, en una proporción de ambos respecto del cemento entre 1 a 3 y 1 a 12, en función de la resistencia característica que exijamos al hormigón de que se trate”, dicen fuentes del sector que prefieren no ser citadas.

Y añaden: “Una posible carestía de la arena tendría una gran incidencia en el coste de los hormigones y morteros, con una gran repercusión sobre el coste final de la obra. Actualmente, aunque más por motivos de sostenibilidad y de economía circular, existe en el mundo de la construcción una tendencia, en algunos países incluso por obligación legal,  de reciclar los áridos procedentes de hormigones de derribo y/o demolición, lo que además del efecto de sostenibilidad deseado, contribuye a disminuir la utilización de arenas y áridos de procedencia natural. Obviamente este paso, aunque importante, no puede considerarse como definitivo, existiendo proyectos de investigación y ensayos de laboratorio destinados a contemplar la posible incorporación de otros elementos, en algunos casos procedentes del tratamiento de algún tipo de residuos industriales, que puedan disminuir la cantidad de arena y de áridos en la formulación de hormigones sin menoscabo de las propiedades finales de éstos”, continúan.

No existen alternativas viables de momento

Es cierto que existen muchos grupos de investigadores trabajando en nuevos hormigones basados en, por ejemplo, cenizas, plástico triturado o cáscaras de arroz, pero de momento están muy lejos de conseguir hormigones útiles. Incluso las investigaciones orientadas a utilizar menos arena o a reciclar hormigón están muy lejos aún de ser alternativas hoy por hoy viables. “En efecto, estos proyectos están en una fase muy incipiente como para augurar posibles soluciones definitivas”, dicen en el sector.

En resumen, no tenemos una alternativa clara para sustituir la demanda de arena, grava y gravilla que tenemos en la actualidad (y que seguiremos teniendo). Entre tanto, los porcentajes de arenas recicladas y artificiales que se utilizan son casi irrisorios. De los áridos utilizados en España en 2018 para la construcción, tan solo 2,4 millones de toneladas procedieron de materiales reciclados y de residuos industriales. La UE recomienda que sean entre el 8% y el 15% del total. Como vemos, queda mucho por hacer y pocas soluciones viables a día de hoy.